El primer día comenzó en el sur. El 14 de febrero arrancamos la caminata que duraría dos días y 40 kilómetros entre bordes de la periferia urbana. Salimos del parque Montenegro, en una orilla del sur, a pie de la carretera que conduce al aeropuerto, debajo de un puente vehicular y terminamos muchos barrios después, a pie de la Barranca de Huentitán, frente a un límite urbano inquebrantable.
La caminata no sólo se convirtió en una aventura de sobrevivencia a los infortunios de un peatón como el excesivo calor, la ausencia de banquetas, las calles que se bifurcan y pierden sentido, la impaciencia en un crucero de avenidas, sortear obstáculos, esquivar autos… dentro de la retahíla de experiencias cabe el asombro: nos fuimos encontrando con una ciudad a la espera de ser reparada. Limpiar una banqueta de maleza para poder caminar por ella, reparar las bancas de un auditorio al aire libre, pintar una línea para señalar un espacio para los ciclistas, pintar el fondo de un altar a media calle, rotular señalamientos.
40 kilómetros fueron suficientes para percibir los problemas de la ciudad, ahora faltan menos de 40 días para convertirlos en una propuesta de hacer ciudad. Conquistaremos un pedacito del espacio público, será una muestra de la ciudad que queremos.
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